La escobería Soler comenzó a destacarse cada vez más por la alta calidad de sus productos. Incluso, dos hermanos provenientes de Buenos Aires y de nacionalidad española, Fidel y Amado Vuelta, llegaron al pueblo buscando a Alberto. Ellos le ofrecieron los elementos necesarios, como palos e hilos, para la construcción de las escobas. También le propusieron la idea de elaborar lampazos utilizando la misma máquina que se utilizaba para fabricar las escobas. Alberto aceptó esta propuesta y así la escobería amplió su oferta con la producción y venta de lampazos.
Con el paso de los años, la familia de Alberto creció con la llegada de dos hijos varones más, quienes desde pequeños ayudaron en este gran emprendimiento familiar. A medida que progresaban, la escobería añadía nuevos artículos relacionados con el rubro. Gracias a su crecimiento, lograron tener su propio espacio para la construcción de la fábrica, dejando atrás los espacios pequeños que les habían prestado al llegar en la década de los años sesenta.